Los nietos desaparecidos de la dictadura argentina: ¿Cuántos podrían estar en Australia?

Familia Pérez Roisinblit

Guillermo Pérez Roisinblit (dcha.) nació en cautiverio. Sus padres, Patricia Roisinblit y José Manuel Pérez, desaparecieron el 6 de octubre de 1978. Ella estaba embarazada de 8 meses. Credit: Supplied

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Other ways to listen

Tras la desaparición de al menos 500 hijos de detenidos durante la dictadura argentina (1976-1983) el Gobierno de ese país adoptó una política de Estado, en conjunto con las Abuelas de Plaza de Mayo, para ubicarlos. Más de 130 ya han sido hallados. Sin embargo, el destino de unos 300 nietos continúa siendo un misterio. SBS Spanish conversó con dos nietos restituidos durante su adultez sobre la experiencia de tener que aceptar una nueva verdad.


“Si naciste entre 1975 y 1983 y tenés dudas sobre tu identidad, podrías ser uno de los nietos o nietas que buscamos”.

En esta frase se basa la ”, del gobierno de Argentina, para encontrar a los cerca de 300 nietos y nietas desaparecidos por la dictadura argentina.

Claudia Victoria Poblete y Guillermo Pérez Roisinblit son dos de los que han sido encontrados y restituidos. Fueron criados en familias extrañas, viviendo una vida que no era la suya.

Ellos, como otras 130 personas, pudieron recuperar sus vidas siendo ya adultos, tras haber sido arrebatados de sus padres cuando eran demasiados pequeños para entenderlo.

Pero faltan cientos por encontrar, y podrían estar en cualquier rincón del mundo. Existen razones suficientes para pensar que Australia podría ser uno de los paraderos.

Mientras haya una persona con su identidad cambiada en esta generación, es como que toda la generación tiene su identidad en duda. Es una herida.
Claudia Poblete, nieta restituida.

“Por un lado era Mercedes y por el otro era Claudia”

Hasta febrero del 2000, Claudia Victoria Poblete había crecido creyendo que se llamaba Merceditas Landa, y que era la hija de Mercedes y Ceferino.

Vivía en Buenos Aires, la capital de Argentina, y fue criada en una familia tradicional, con un padre militar, y había asistido a un colegio religioso de monjas del barrio Belgrano.

No tenía grandes sospechas ni dudaba de su identidad. Sin embargo, reconoce que había algunas señales.

“La única cosa que yo notaba rara era que estas personas, que yo pensaba que eran mis papás, eran viejas con respecto a mí y en comparación con los padres de mis amigos y mis amigas”, recuerda Claudia.

En un par de ocasiones cuando intentó cuestionar a los que, en ese entonces, llamaba padres, ellos se ofendían y evadían sus preguntas. Claudia no le daba mucha importancia a ello, aunque en el fondo sabía que algo no encajaba.

“Eran muy celosos. Yo no podía ir a ningún lado, no me dejaban ir a la casa de mis amigas ni asistir a ‘pijamadas’”, comenta.

Otro de los indicios que Claudia cuestionaba era que no había fotografías suyas de recién nacida. “(Solo) había fotos a partir de los ocho meses de edad. Tampoco había fotos del embarazo de mi supuesta madre”, explica Claudia.

Todo cambió cuando recibió una citación judicial: una denuncia que ponía en duda su filiación. Varias de las familias que buscaban a sus niños perdidos, sospechaban que ella podría ser su familiar, aunque inicialmente ninguna de las fechas coincidía.

Gracias a la creación de un banco genético, que ayudaría a esclarecer no solo el caso de Claudia, sino el de decenas de personas más, fue que llegó a conocer la verdad.

Claudia se hizo el examen de ADN en 1999, y en febrero del 2000 recibió los resultados. Tenía 21 años.

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Claudia Poblete con su padre y madre biológicos. Credit: Supplied
“Me dieron una carpeta que tenía un montón de hojas con el resultado explicado del examen genético”, recuerda Claudia. Agrega que esa carpeta tenía “unas fotitos mías con mis papás verdaderos” pegadas.

Eran fotos del último tiempo que ella había estado con ellos, muy cercanas a las primeras fotos que le habían mostrado sus “apropiadores” (término utilizado para referirse a las personas que criaron como propios a hijos ajenos durante la dictadura).

“Yo vi las fotos y me reconocí enseguida de chiquita. En las fotos mías de bebé salgo con una cara enojada, no me gustaba mucho que me sacaran fotos”, menciona.

Esto, por supuesto, sumado a que el resultado del examen de ADN era contundente: 99 por ciento de probabilidad de que ella era Claudia Poblete.

Fue entonces cuando Claudia conoció su verdadero pasado: su padre era José Liborio Poblete y era chileno. Había perdido sus dos piernas en un accidente muy joven y desde que llegó a Argentina se dedicó a militar por los derechos de las personas con discapacidad. Su madre era Marta Gertrudis Hlaczik. Ambos militaban en organizaciones de izquierda.

Claudia nació en marzo de 1978 y estuvo con sus padres hasta noviembre de ese mismo año. Fue entonces cuando los tres fueron secuestrados por militares argentinos, y llevados a un centro clandestino de atención en Buenos Aires, conocido como El Olimpo.
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Ficha del caso resuelto de Claudia Poblete publicada en el sitio web de las Abuelas de Plaza de Mayo. Credit: Organización Abuelas de Plaza de Mayo.
Con tan solo ocho meses de nacida, Claudia fue separada de sus padres y entregada a un teniente coronel y a su esposa. Ellos hicieron una partida de nacimiento falsa, en la que cambiaron su fecha de cumpleaños, y desde allí se llamó Mercedes.

Cuando Claudia leyó toda esta información en aquella carpeta, sintió que ahora todo tenía sentido. “Yo me di cuenta enseguida de que eso era cierto. Fue una especie de certeza muy profunda”, dice.

Y si bien en aquel momento sintió profundo shock, porque afirma que venía preparada para no creer nada, asegura que sintió un alivio.

“Me di cuenta enseguida que era parecida a ellos y que era cierto, más allá de la de la validación científica que me daba el examen”, recuerda Claudia.

También menciona que no fue fácil: “fue como si el mundo se me hubiera estrellado en un montón de partes”.

Darte cuenta de que todo lo que pensabas que era verdad en realidad era mentira y que personas en la que has confiado habían sostenido durante todos esos años la mentira.
Claudia Poblete, nieta restituida.
Ese mismo día, Claudia conoció a su abuela, Buscarita Roa, fundadora de la organización Abuelas de Plaza de Mayo. Claudia recuerda que lo que vino después no fue fácil. Fueron días enteros escuchando horas de grabaciones de familiares, amigos y compañeros de militancia de sus padres. También de compartir con su nueva familia, conocerlos de cero y entender quiénes habían sido sus progenitores, y en ese proceso, entender quién era ella.
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Claudia Poblete con su abuela Buscarita Roa. Credit: Supplied
“Me sacaron la venda y lo que uno empieza a ver es la verdad. Y ahí me apareció una desesperación por entender y saber la verdad”, dice.

Agrega que fue una época muy difícil, “de muchas contradicciones, de muchas dualidades: para un lado era Mercedes y para otro lado era Claudia”.

La vida, además, a los 21 años, le regalaba una abuela. Una experiencia nueva, ya que en su familia de apropiación nunca tuvo abuelos, pues sus padres de por sí eran ya bastante mayores.

“No entendía cómo funcionaba esto del abuelo-nieto. Pero de a poquito fuimos encontrando cosas. Me preparaba la comida que a mí me gustaba, me regalaba pequeñas cosas: libros, poesía”, recuerda.
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Buscarita Roa abuela de Claudia Poblete. Credit: Supplied
Pero la creación de un nuevo vínculo significó también la ruptura de otro. Los que hasta ese entonces ella creía sus padres, fueron detenidos por la justicia.

Asegura que sus “apropiadores” siempre excusaron su accionar, y se justificaban en que no habían podido tener hijos.

“Su deseo había sido siempre tener un bebé entonces él dice, ‘bueno, me ofrecieron este bebé, que no sabía yo quién era o de dónde venía. Estaba como abandonado’, entonces lo hacía ver como un acto de compasión”.

Claudia durante varios años les creyó su versión, especialmente porque los quería.

Me costó un montón romper ese vínculo con ellos, pero me daba cuenta de que habían obrado mal.
Claudia Poblete, nieta restituida.
Claudia hoy ha hecho un proceso de sanación, y ha enfrentado su pasado, con la ayuda de su nueva familia, y convirtiéndose en madre. Dice que se siente tranquila de que sus hijos conozcan su verdadera identidad.

“Hoy en día poder decir: bueno, yo ya sé quién soy, es algo que me da una gran tranquilidad. Ver a mis hijos crecer con sus verdaderos nombres y sabiendo quiénes son sus abuelos, teniendo a su bisabuela para para que les cuente la historia. Pienso que si yo no hubiera hecho el camino, si no me hubiera enterado, ellos también estarían siendo víctimas de esto que pasó”.

Argentina, sus nietos perdidos y su campaña


Se trata de toda una generación a la que se le negó su derecho a la identidad.

A los pequeños robados, como Claudia, se les crio lejos de su mundo, con una ideología muy particular.
“Nos decían que los terroristas eran malos, que perseguían a los militares y que las Madres de Plaza de Mayo eran madres de terroristas y buscaban perseguir a los militares, porque ellos habían tomado el poder para limpiar el país de todo ese terrorismo”, afirma Claudia.

A lo que Claudia se refiere es al periodo que se denominó “Proceso de Reorganización Nacional”, o en otras palabras, la última dictadura militar argentina, que se desarrolló entre 1976 y 1983. La Dra. Fernanda Peñaloza, profesora de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Sídney, lo resume así:

“La periodización de la dictadura se establece a partir de la sublevación militar que derroca a la presidenta María Estela Martínez de Perón. Esto ocurre con la dictadura encabezada por comandantes de las tres fuerzas armadas de la Argentina”, explica la académica de origen argentino.

El líder militar fue Jorge Rafael Videla quien comenzó una era donde se dio “una naturalización de la violencia en Argentina”, explica la profesora.

“(La dictadura) es un periodo que empieza con movimientos estudiantiles obreros, que estados autoritarios quieren apagar y reprimir a partir de los años 60”, puntualiza.

Tras el golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, Videla gobernó bajo un régimen de terror, en el que el principal objetivo eran los grupos de izquierda y los simpatizantes del Peronismo.

“Ser enemigo del Estado, en el discurso oficial, era pertenecer a una agrupación armada que atentaba contra la seguridad nacional. Pero en realidad lo que ocurría es que personas que eran artistas y eran críticas del Estado. Escritores, investigadores y toda persona que osaba de alguna manera proponer una ideología diferente a la dominante del momento era un blanco para el gobierno”, comenta Peñaloza.

Es por ello que, en su objetivo de erradicar cualquier ideología contraria, la dictadura arrebataba los hijos de esas familias opositoras, como Claudia, para entregarlos a familias militares o de extrema derecha.

La forma en que lo planteó en su momento Videla era que ellos estaban ‘rescatando’ estos niños y niñas de los errores que habían cometido sus padres de exponerlos a actos violentos.
Dra. Fernanda Peñaloza, profesora de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Sídney.

Los actos de esta dictadura comenzaron a ser cuestionados por un grupo de madres y abuelas que empezaron a reunirse en la Plaza de Mayo de Buenos Aires el 30 de abril de 1977, en pleno auge de la dictadura. Ellas exigían saber dónde estaban sus hijos e hijas que habían sido raptados y desaparecidos, muchos de ellos con sus nietos en gestación o recién nacidos.

Con el paso de los años, la labor de reconocer a los pequeños se hacía cada vez más difícil. Así lo cuenta Flor Gagliardi, coordinadora de ADN Mitocondrial del Banco Nacional de Datos Genéticos de Argentina.

“Las abuelas empezaron a buscar de qué manera la ciencia podía ayudarlas”, comenta Gagliardi. Fue entonces “cuando vieron una nota en la cual a través de la sangre se había podido determinar la paternidad de una criatura”, y entonces se preguntaron si quizás la sangre de las abuelas también serviría para identificar a esos a esos niños.

Así es como contactan al doctor Víctor Penchazade, un médico genetista argentino que estaba exiliado en Estados Unidos.

Las abuelas viajaron hasta Norteamérica, donde la investigación sobre genética estaba muy avanzaba. Allí, junto a los científicos, lograron hallar la forma de hacer un cotejo genético para encontrar a sus nietos.

“Era algo inédito, no se conocía de qué manera se podía identificar a los niños sin la generación de los padres, o sea, a través de la información que aportaban los abuelos u otros familiares”, cuenta.

Fue así como este grupo de científicos logró un cálculo estadístico que permitiría esta identificación, y a ese cálculo se lo denominó “índice de abuelidad”.

El hallazgo llevó a que en 1984 se identificara por primera vez a una niña sin tener el material genético de sus padres. Se trataba de Paula Logares, restituida a sus 8 años.

Desde ese momento comenzaron a recolectar el material genético de los familiares y abuelas que buscaban a algún familiar desaparecido, y crearon el primer banco de genética del mundo.
“El tiene una labor en la cual la ciencia trabaja al servicio de los derechos humanos. Fue creado como una herramienta del Estado para resarcir de alguna forma los delitos que el Estado mismo había cometido”, precisa Flor Gagliardi.

Actualmente el Banco cuenta con información genética de unos 300 grupos familiares. Al menos 8.000 personas que nacieron durante los años de la dictadura han acudido en las últimas décadas por dudas sobre su identidad. De ellos, al menos 81 han sido cotejados y confirmados.

“Socialmente, el banco se ha convertido en un emblema de lucha contra el terrorismo de Estado y la construcción de la memoria colectiva”, comenta la vocera del Banco de Datos Genéticos.

Pese a los esfuerzos, son más de 300 los nietos que aún siguen desaparecidos.

La dificultad de la búsqueda radica en que podrían estar en cualquier rincón del mundo, debido a la masiva migración de argentinos durante la dictadura.

Esto es lo que explica la Dra. Fernanda Peñaloza, profesora de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Sídney.

Muchos casos de exilio. Los países más próximos que recibieron fueron en el caso Uruguay. También hubo muchos exiliados en España y en muchísimas partes del mundo y bueno, eso incluye Australia.
Dra. Fernanda Peñaloza, profesora de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Sídney.

¿Casos en Australia?

Por el momento se han encontrado nietos en países como Estados Unidos, España y Holanda.

En Australia existen actualmente al menos 7.500 personas que se identifican como descendientes de argentinos, según el más reciente censo.

Por esta razón, no se descarta la posibilidad de que haya nietos por restituir aquí en Australia, y con el apoyo de la embajada argentina, que continúa impulsando la campaña mundial por el derecho a la identidad denominada , los argentinos en Australia que tienen dudas sobre su identidad, tienen la oportunidad de investigar sus situaciones.

La Dra. Fernanda Peñaloza opina que es una iniciativa necesaria.

“La campaña actual de intentar recuperar niños y niñas que puedan estar en el exterior, si bien puede apuntar a una o dos personas, esas una o dos personas también tienen un trauma que ha impactado a centenares de personas a su alrededor porque estamos hablando de redes familiares, de amistades, de generaciones anteriores y posteriores”, puntualiza.


El llamado que hace la campaña es concretamente a quienes hayan nacido entre 1975 y diciembre de 1983, para que se acerquen hasta la embajada y despejen sus dudas.

“Lo que este tipo de horror ha generado es un trauma claramente intergeneracional, pero también temor a visitar estas memorias del horror y también a transmitir las historias”, opina la Dra. Peñaloza.

“Cada vez que me río, mi papá se ríe conmigo”

Algunos nietos restituidos, como Claudia Poblete, crecieron con la sensación de que algo no encajaba. Pero otros como Guillermo Rodolfo Pérez Roisinblit, nunca tuvieron la más mínima sospecha o duda sobre su identidad… hasta que la verdad los buscó a ellos.

“A mí se me generan dudas el mismo día que me viene a ver una chica diciendo que había muchas posibilidades de que yo fuese su hermano. Esa chica llega hasta mí mediante dos llamados telefónicos anónimos que hicieron a la casa de las Abuelas de Plaza de Mayo”, recuerda Guillermo.

Guillermo no había tenido la mejor experiencia con sus apropiadores. En este caso, hijos de opositores capturados y torturados por las fuerzas militares durante la Dictadura.

Guillermo creció en una familia disfuncional y quebrada, y tuvo una infancia intranquila que lo marcó de manera negativa desde muy pequeño.

“Me crie como hijo único de padres que después terminan divorciándose a mitad de mi infancia. (Mi padre) era una persona sumamente violenta. Lo que más recuerdo era estar todo el tiempo escapándonos de un estado a otro, de una provincia a otra para tratar de evitarlo”, relata Guillermo sobre su familia. Por esa razón, recuerda que tuvo muy pocos amigos.

A sus 21 años, una chica llamada Mariana, lo buscó en su lugar de trabajo. La mujer le entregó un libro que las Abuelas de Plaza de Mayo habían publicado, el cual recolectaba los casos de más de 500 nietos desaparecidos durante la dictadura argentina. Esa chica era su hermana.

“Yo abro el libro y empiezo a buscar la información de ella y me encuentro con una foto mía en blanco y negro. Era como si yo hubiese viajado al pasado, me hubieran sacado una foto y hoy estaba viendo esa foto. Y (el de la foto) era el papá de Mariana. Entonces ese mismo día me voy a la casa de las abuelas”, cuenta Guillermo.
Padre de Guillermo Perez dentro de la cabina (cockpit) de un Lockheed C-130 Hercules de la Fuerza Aerea Argentina a sus 17 años.jpeg
Padre de Guillermo Perez dentro de la cabina (cockpit) de un Lockheed C-130 Hercules de la Fuerza Aerea Argentina a sus 17 años. Credit: Supplied
Recuerda que ahí le recibieron varias de las abuelas, al igual que su hermana Mariana. Incluso, quien le abrió la puerta era su abuela paterna, Argentina, quien quedó boquiabierta al verlo.

Es entonces cuando Guillermo comenzó a conocer los horrores que vivieron sus padres y a reconstruir su historia, a partir de los relatos de su abuela y de las voces de personas que los conocieron.

Se enteró de que sus padres fueron secuestrados el 6 de octubre de 1978, cuando su mamá cruzaba el octavo mes de su embarazo. Su hermana ya tenía aproximadamente 15 meses de edad, y milagrosamente no fue raptada, gracias a que sus padres la dejaron en la casa de unos familiares.
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Padres biológicos de Guillermo Pérez Roisinblit. Credit: Supplied
Como Guillermo y sus padres, se habla de aproximadamente 30 mil desaparecidos durante la dictadura, pero la cifra aún causa división en Argentina.

La mayoría fueron llevados a lugares de detención clandestinos de las fuerzas militares. En este caso, a su madre, Patricia Roisinblit, la tuvieron secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada, ESMA, de la Fuerza aérea.

Para Guillermo, una de las partes más difíciles de enfrentar la verdad, fue conocer el relato del cautiverio de su madre en pleno embarazo. Había sido retenida por ese hombre al que creció llamando papá, que trabajaba como personal de inteligencia de la fuerza aérea.

“Él me confiesa que colaboraba en mantener cautiva a mi mamá y a mi papá, e incluso cuando no había autoridades durante los fines de semana, él les pasaba alimentos. Una ración o dos, como si fuese algo extraordinario”, explica Guillermo, quien se vio afectado por dicha revelación.
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Guillermo Perez Roisinblit en el casino de oficiales de la ESMA, en lo que se conoce como el cuarto de las embarazadas. Credit: Supplied
Tiempo después, Francisco Gómez, su apropiador, decide quedarse con él y anotarlo como hijo biológico junto a su pareja.

Al igual que Claudia, Guillermo se hizo un examen de ADN que le confirmó su identidad. Desde allí, todo en su vida cambió: desde su nombre hasta su religión, pues descubrió que su madre era judía, cuando él había sido criado como católico. Que su padre era “montonero”, una organización guerrillera estudiantil, y que además estudiaba abogacía, carrera a la que él, curiosamente también terminó dedicándose. Las similitudes con su padre, según le cuentan quienes lo conocieron, son muchas.

“El timbre de mi risa es idéntico al de mi papá, así que yo suelo decir que cada vez que me río mi papá se ríe conmigo”.

Eventualmente Guillermo tuvo que enfrentar, al igual que Claudia, a quienes hasta ese día habían sido sus padres, y que ahora se habían convertido en sus apropiadores.

“Yo no me veía como una víctima de ellos. De hecho, era al revés: yo pensaba que a medida que avanzaba la investigación judicial, ellos iban a ser víctimas de mi interés”, menciona. Guillermo reconoce que en algún punto trató de proteger a sus victimarios y sentía que los estaba perjudicando.

Con el tiempo comprendió que no podía conservar aquella relación “basándose en una mentira tan grande”.

“Tener todos esos recuerdos ahora, sabiendo que esas personas no lo eran, que me privaron de mis verdaderos padres, es una desilusión inmensa y muy dolorosa”, confiesa.
Caso resuelto Guillermo Pérez Roisinblit
Ficha del caso resuelto de Guillermo Pérez Roisinblit publicada en la página web de las Abuelas de Plaza de Mayo.
Hoy, 20 años después de descubrir la verdad, Guillermo, al igual que Claudia, ha reconstruido su vida y creado su propia familia.

“En la relación que tengo con mis hijos trato de sanar y de curar la ausencia de una relación con mis padres. Imagino todo el tiempo cómo hubiese sido mi papá con nosotros. Es un proceso sumamente importante en mi vida”, cuenta Guillermo.

Y es que, aunque produzca temor y dolor enfrentarse a la verdad, tanto Guillermo como Claudia Poblete aseguran que no se arrepienten de haberse enfrentado a ella. Ambos concuerdan en que si tuvieran que volver a aquel día en que les dijeron que sus vidas hasta ese momento había sido construida sobre una mentira que invalidaba sus identidades, volverían a enfrentar esa cruda situación nuevamente.

“Hoy puedo decir que lo más difícil no es entender que sos hijo o hija desaparecido: lo más difícil es lo que pasó cuando arrancó mi vida, cómo nací, los pocos momentos que pasé junto con mi mamá, cómo me arrancaron de sus brazos, no tener certeza de si mi papá me llegó a conocer o no y cómo me buscaron durante 21 años. Eso es lo difícil”, cuenta Guillermo.

Claudia cuenta que tras descubrir la verdad, “se abre algo mucho más amplio y con muchos más colores”.

Para ella, parte de la importancia de la ” es que todavía hay abuelas, hermanos y familias enteras esperando a encontrar a sus familiares desaparecidos.

Yo creo que sí, que vale la pena (la campaña). Por nosotros mismos, por las familias, que son personas que están esperando y tienen derecho a saber, ¿a dónde están sus familiares? ¿qué hicieron con ellos? y saber si están vivos.
Claudia Poblete, nieta restituida.

Actualmente, existen familias enteras a las que aún les falta una pieza para estar completas y para poder reconstruir su memoria familiar.

Si tienes dudas sobre tu identidad y naciste entre 1975 y 1983, puedes consultar:

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