“Aceptar que se hizo lo mejor que se pudo”: Enfermera hispana en la lucha contra COVID-19 en Australia

Lo más difícil para Claudia Marroquín fue ver que un anciano a quien cuidaba “se deterioró en dos días y al tercer día falleció”, confiesa a SBS Spanish esta enfermera iberoamericana, que lucha en un hogar de ancianos de Melbourne contra la COVID-19. En las charlas sobre cuidado de su salud mental que le dan aprendió que se debe “aceptar que se hizo lo mejor que se pudo”.

Claudia MArroquín

Enfermera colombiana Claudia MArroquín en la primera línea contra la COVID-19. Source: Facebook

El rebrote de la COVID-19 en la ciudad de Melbourne nos ha recordado a todos la fragilidad de la vida. Las muertes de los ancianos en España y el resto del mundo ya no son una realidad lejana, ahora está muy presente en Australia, en donde se reporta diariamente más de una decena de fallecimiento de adultos mayores. La pesadilla no termina: aún tendremos más días tristes, de llanto y de luto.

En Melbourne, en el epicentro de la segunda ola de este coronavirus en Australia, trabaja en un hogar de ancianos la enfermera colombiana Claudia Marroquín, quien aparcó temporalmente sus labores en una clínica privada y se ofreció a estar en la primera línea de la lucha contra la COVID-19.

Ella arriesgó su salud y su vida porque consideró que estudió su carrera de enfermería “para servir a las personas que lo necesitan”. En ese hogar de ancianos pasó a “atender a una persona como si fuera un familiar de uno”, cuenta a SBS Spanish.


Puntos destacados:

  • La enfermera colombiana Claudia Marroquín remarca que en las charlas de salud mental se recalca que cada profesional hizo lo mejor posible para atender a un paciente que inevitablemente pierde la vida por la COVID-19.
  • La transmisión generalizada en la comunidad de COVID-19 en Victoria había visto cómo el virus se arrastraba silenciosamente por docenas de centros residenciales de atención a la tercera edad, provocando una crisis total y poniendo de manifiesto lo frágil que es el sistema de atención a la tercera edad y el subsecuente contagio de trabajadores de la salud en el sector.
  • Más de 2,700 enfermeras y médicos del estado de Victoria se han contagiado de COVID-19 en el lugar trabajo. 

Con el rebrote de la COVID-19 en Melbourne quedó en claro que la epidemia afecta injustamente a los ancianos, que ya tienen problemas subyacentes de salud y se encuentran recluidos en sus habitaciones o lugares cerrados para evitar mayores contagios.

La situación en esos centros para adultos mayores “es compleja”, indica Claudia, quien explica que es difícil “explicarles que su familia no puede venir, que no puede salir, que no puedes bañarles”.

Ese es el día a día duro emocionalmente que afronta Claudia frente a los ancianos, algunos de ellos con demencia senil o Alzheimer.

Pero lo más duro que ha vivido en estos días fue cuando uno de sus pacientes murió casi en un abrir de cerrar de ojos.

“Creo que lo más difícil para mí fue ver como uno de los residentes se deterioró en dos días y al tercer día falleció”, comentó con un nudo en la garganta al describir a este anciano que conoció cuando gozaba de buena salud y se le veía fuerte y saludable.
Claudia recuerda que su paciente tuvo temperaturas altas un jueves, lo que motivó un tratamiento respiratorio con oxígeno, antihistamínicos y antibióticos. Después el anciano ya no podía moverse debido al fuerte dolor en el cuerpo.

“Había que llamar a la familia para decirle que el día anterior estaba bien y ahora ya no estaba bien”, cuenta la enfermera de Melbourne.

“El viernes ya no hablaba y comenzamos los cuidados para estuviera lo más tranquilo posible y ya se sabía que no iba a sobrevivir. Y en la mañana del sábado, a las nueve de la mañana murió sin mucho que pudiéramos hacer”, relató resignada.

Como a todo ser humano, el dar cara al dolor y a la tragedia provoca un fuerte impacto en la fortaleza y la resiliencia emocional y Claudia Marroquín no es ajena a ello y por eso usa las líneas de atención mental destinadas a los trabajadores sanitarios.

También, relata, hay charlas en las pausas o al final de los turnos para evaluar lo que se hizo, no se pudo hacer porque ya no había otra opción y hacer un repaso a las emociones.

“Y aceptar que se hizo lo mejor que se pudo en los últimos instantes de esas personas para que se pueda tener una partida digna”, recalcó.

La comunicación y la empatía es clave

Llegar a este centro de ancianos le costó mucho a Claudia, quien tuvo que aprender no solamente la dinámica de trabajo sino también a cada uno de los 35 pacientes a los que tendría que atender de forma muy cercana.

En parejas, las enfermeras afrontaron el nuevo escenario, vestidas con los trajes de protección personal para evitar contagios y para asegurarse de que el compañero o compañera esté haciendo lo correcto y poder corregir errores.
También en el centro designaron a dos personas encargadas de las comunicaciones con el exterior, principalmente con los familiares de los ancianos, así como se crearon dinámicas de video-conferencia entre residentes y seres queridos. Todo esto en dos semanas.

“Establecer un buen nivel de comunicación le ha dado mucha confianza a los familiares”, manifiesta Claudia, al precisar que incluso se ha ofrecido a los familiares de las personas que agonizan ir al centro para dar el último adiós, bajo fuertes medidas sanitarias de protección para evitar que el virus salga de esas instalaciones.

Al principio la gente le reclamaba a Claudia “¿cómo vas a trabajar aquí si no sabes quién es mi papá?”, pero después en unos días aprendió los nombres de todos los residentes, así como sus gustos, sus dolencias y otras características personales.

Ahora ya puede decirle a un familiar de una anciana “su mamá se tomó todo el té o esas cosas que no se hacen”, comenta orgullosa Claudia Marroquín de su trabajo en el centro de ancianos de Melbourne, en donde es testigo día a día de que “el virus es un enemigo invisible” que se puede llevar a un ser querido en cuestión de días.

Share
Published 31 August 2020 10:34am
Updated 12 August 2022 3:15pm
By Carlos Colina, R.O.

Share this with family and friends